Cuánta diferencia entre el antes y el después. Cuanto dolor renovado cuando el trauma está instaurado en el ser. La presión de la muerte anunciada y la vida de encierro revive los espacios dolientes y retraumatiza a quien lo tenía instaurado en su cuerpo.
Personas heridas por la tensión y el miedo a perder a quien ama, niñas y niños encerrados sin entender muy bien lo del virus, enfadados, amenazados por la sombra de la pérdida.
Las mascarillas tapan los rostros dificultando respirar, sonreir y ver sonrisas. No abrazar, tienden su codo entre la duda, el deseo y la necesidad de abrazar. La cercanía amenaza, y hemos de evitarla.
Han de jugar con diferentes objetos, en diferentes espacios, con sus compañeros y compañeras de siempre tras la pantalla y ahora un rato en la plaza sin saber alejarse, sin poder distanciarse, sin poder respirar… Las terrazas no son suficiente.
El cuerpo va acumulando durante meses miedo, distancia y desafectos… lo vamos a pagar.
Debe estar conectado para enviar un comentario.