Dolor psicosocial

4-FasesProceso«Correr es de cobardes», dice mi paciente con dolor y agotamiento por el calvario que supone este proceso. Sin lugares ni nombres identificables, pero con almas y personas heridas y a veces hasta rotas por el dolor. A continuación su escrito:

“Correr es de cobardes” o eso dicen. Está claro que la persona que inventó esa frase no era una madre que se pasaba el día escuchando gritos de sus tres fierecillas cada dos segundos y deseaba con todas sus fuerzas no sólo correr, sino salir huyendo. Pero a pesar de todo, aquí sigo al pie del cañón. Y con ganas de seguir escuchándoles durante muchísimos años.

Os cuento un poco por encima mi anterior situación, para que entendáis la actual, y el por qué de mi paso por un psicosocial.

Empecé una relación con idas y venidas con mi exmarido a los 16 años; desde entonces dejé de tener un control pleno sobre mi vida; a partir de ese día, pasé a ser un “yo de mentira”. Y cuando digo esto, lo digo plenamente consciente de cada minuto. Mi vida durante casi 23 años ha sido una auténtica mentira. Hemos normalizado situaciones, y digo hemos, porque incluyo a mis tres hijos, entre ellas de violencia tanto verbal como física (está última nunca delante de los menores, pero sí siendo conscientes de “las marcas que mamá tenía porque es un poco patosa”), que ahora visto desde fuera de esa relación, me hecho las manos a la cabeza, y sólo pienso en volver a tener el control absoluto de mi vida y reconducir la educación y la vida de mis hijos para que diferencien entre lo que está bien y lo que está mal.

En abril del 2018 presenté la demanda de divorcio, ¿¿un poco tarde??…pues posiblemente, pero por primera vez tuve miedo por la vida de mis hijos. Si, si, por la de mis hijos porque por aquel entonces seguía sin pensar en mí, priorizando siempre a los menores. Y pensareis que es lo que toda madre debe hacer, anteponer a sus hijos. ¡¡Pues ahora os digo que no!!, que estamos muy equivocadas en ese aspecto porque si nosotras no estamos bien, nuestros hijos jamás lo estarán. Y creedme, sé muy bien de lo que hablo, y algún día os lo contaré de primera mano.

Cómo os decía, demanda de divorcio presentada, deudas por todos los lados, porque otro detalle que debéis saber es que mi exmarido tiene la enfermedad de la ludopatía, con sus correspondientes consecuencias. Enfermedad que descubrí que padecía en 2015, y de la que también os hablaré en otra ocasión, porque las consecuencias que esto ha tenido en mi vida a nivel anímico y psicológico también han sido fuertes.

La justicia, cuando no hay denuncias (porque en mi caso no las ha habido nunca) va muuuuuuuy lenta, así que, en julio del mismo año, solicito unas medidas provisionales y en octubre nos conceden esas medidas; las cuales entre otras muchas cosas se solicita una prueba psicosocial para valorar la capacidad de ambos progenitores para la convivencia con los tres menores; mientras tanto la custodia es para mí, pero con un régimen de visitas muy amplio. Tan amplío que aquí la “malamadre” como me califica el “buenpadre”, no pone ninguna objeción en que se vean los cuatro tooodos los días (aunque no esté recogido en sentencia).

En diciembre nos dan por fin la fecha de psicosocial y de los juicios (recuerdo que la demanda la presenté en abril del 2018), y digo los juicios porque resulta que mi hija con 13 años tiene que declarar ante el juez y el fiscal, ella sola. Esa misma cara se me quedó a mí cuando me lo notificaron, pero no se puede frenar esa situación, ya que como la menor tiene más de 12 años puede hablar… Soy la única en este planeta que piensa que una niña de 13 años no debería verse en esa situación??…Acaba de pasar por la separación de sus padres, está entrando en la pre-adolescencia (hormonas con un sube y baja…) y que encima el 80% de las veces le mueve el interés, porque que sepáis , que son niños,  pero aprovechan cada paso que das para decirte un “ahhhh no puedo??, pues papá me deja, así que me voy con él”. Y claro, mantenerse firme cuesta mucho cuando oyes esas palabras las primeras veces… ahora ya, cuando las oigo, contesto con un “adelante, pero eso sí, consciente de lo que estás haciendo”. Pero por dentro tienes un nudo en el estómago…

La situación del psicosocial fue terriblemente decepcionante. ¿¿Y pensareis??… esta mujer donde pensaba que iba??… Pues os diré que creía firmemente que iba a tener enfrente a una persona imparcial, pero receptora. ¿Y qué me encontré? Un hombre con cara de pocos amigos que más que hacerme preguntas sobre mi vida, la de mis hijos, etc., etc.… me hizo sentir como si hubiera cometido un delito y me estuviera interrogando la policía. No sé si era porque tenia mal día, o porque él es así en su día a día, pero creedme que fueron las dos horas más amargas en muchos meses. Me sentí como una auténtica delincuente. Contesté sin alargarme mucho como me aconsejó mi abogado a todas las preguntas, siendo sincera y con toda la calma que la situación te permite. Pero creedme con una persona así delante, uffff, es difícil mantener la calma, y bueno que un psicólogo que va a valorarme la capacidad que tengo o no para el cuidado de mis hijos, adopte posturas de pasotismo en la silla mientras toma notas, y en el momento que nombras los malos tratos, haga un comentario tan ruin como “aquí venís muchas con ese mismo rollo…”, pues eso, te dan ganas de levantarte y salir de esa habitación corriendo. Señor fulanito, está tratando con personas que como usted bien sabe, no todas las que nos sentamos en esa silla rígida hemos pasado por las mismas vivencias, por lo cual debería tratarnos con un poco más de empatía, ¡que no somos delincuentes! Después de ese interrogatorio, pasas a una sala donde te mandan hacer un test de muchísimas preguntas… Os aseguro que mi cabeza estaba primeramente en la situación surrealista que acababa de vivir, en que mis hijos iban a estar con dicho “inquisidor”, y a eso le sumo que oigo la voz de mi exmarido a escasos metros con este señor, como si estuvieran de “colegeo”. Os aseguro una cosa, me entró un ataque de ansiedad en esa sala, que pensaba que no iba a ser capaz de terminar la dichosa prueba. Me iba el corazón a mil. Necesitaba tomar el aire….

Salí a recoger a mis hijos que estaban con mis padres y aproveché para respirar e intentar tranquilizarme. ¿¿Qué había pasado en esas dos horas en esas dos salas del juzgado?? ¿¿Por qué nadie me había dicho que eso era así?? ¿Por qué una persona que no me conoce de nada me hace sentir así, cuando de él depende en parte el futuro de mis hijos? ¿Piensa que para mí es agradable tener que reconocer aspectos de mi vida que me gustaría poder borrar, como si fuera algo escrito a lápiz que puede desaparecer con algo tan sencillo como una goma? ¿¿Por qué esa contestación tan frívola a algo tan duro como es el tema de los malos tratos??… Señor psicólogo del juzgado, usted será un profesional en su trabajo, pero le digo una cosa, ojalá nunca tenga a alguien que le importe sentado en una sala, pasando por la situación que usted me hizo pasar a mi, porque le aseguro que cambiaría mucho su actitud. Posiblemente no vería a su compañero como un profesional, se lo aseguro. Para usted posiblemente seamos un número más que “vamos con el mismo rollo” pero, sabe ese “rollo” lo hemos sufrido nosotras, ¡no usted!

Cuando vi a mis hijos, solo tenía ganas de llorar, pero me mantuve y cuando mi hija la mayor me preguntó qué tal, le contesté con un tajante “bien, acordaros que pase lo que pase tenéis que decir la verdad, ¿¿vale chicos??”. Sinceramente no sabía qué más decirles…

Siguiente situación surrealista, llegamos a la zona de espera y el tío paterno de los niños allí; les digo que vayan a saludarle (no tienen mucha relación ya que vive a 800 km), y hasta ahí todo normal. Sale el “buenpadre” sonriente, y ofreciéndoles a los niños unos bocadillos de jamón que les ha llevado (algo me empieza a descolocar ya que el tema de la alimentación de los niños nunca ha sido su punto fuerte); sale el psicólogo y entra primeramente la mayor (mi cabeza vuelve al hombre que acaba de entrar con mi hija) y sorpresa!! el “buenpadre” se pone a jugar con los dos pequeños, con una pelotita de papel de aluminio, allí en la zona de espera. ¡No entiendo nada de nada! Parece que estamos en el parque, gritos, saltos… y mamá diciendo chicos no chilléis así, chicos no corráis así, ¡¡¡pero… ohhhh sorpresa!!! Ahora lo entiendo todo, queridos lectores, ¡¡¡¡hay quien tiene que hacer el paripé en esa zona del juzgado porque hay una cámara grabando para saber cómo interactuamos con los niños durante la espera!!!!… La “malamadre” no ha sido advertida por su abogado (gran fallo Jorge, hubiéramos jugado todos juntos, y mamá no hubiera sido la “aguafiestas” que intenta que los niños tengan un mínimo de civismo) de dicho detalle que por lo visto también se suele tener en cuenta, para dicho informe. ¡¡Mamá les lleva dragones para jugar, un aburrimiento!!

Pues nada, sigo a la espera de que salga la mayor, y montándome mil películas en la cabeza de cómo lo estará pasando, porque, aunque a veces la regalaría, con esa actitud de “soy súper mayor” en el fondo es una niña con su corazoncito y es de “lagrimilla fácil”. Casi una hora después sale y su cara no refleja en ningún momento malestar ni nerviosismo ni nada parecido, por lo que me relajo un poco. Se acerca a mí, como quien no quiere la cosa y me dice “he dicho que quiero custodia compartida”. ¿¿A qué ha venido esa información??, ninguno de los dos hemos preguntado nada?? Pues ni idea, pero lo ha dicho así, alto, bien alto y claro, muy claro delante de todos los que estamos allí. Perfecto, no ha mentido, ya que durante estos meses ella siempre ha mantenido que quería pasar el mismo tiempo con los dos. Dicho esto, se pone a jugar también con la bolita.

Ahora le toca entrar a mi hijo el mediano, 8 años. Por lo visto el hombre ha decidido que los dos pequeños entran solos. Uffff, vuelve a agobiarme la situación. Hablamos de dos niños de 8 años y 5 años, y de un “profesional” que conmigo ha tenido una actitud totalmente fuera de lugar, en mi opinión claro. ¿Hay alguien que no se preocuparía?

Algo más de media hora y sale el mediano. Le veo la cara, sale aparentemente bien y enseguida se pone a jugar con su padre y su hermana con la pelota.

Ahora le toca entrar al pequeño, que va con el psicólogo como si nada y sale también aparentemente tranquilo. Al menos ellos parece que todo les ha parecido normal. Me relajo, y aunque sigo bastante confusa por la actitud de este señor hacia mi persona, me tranquiliza ver la salida de los niños.

Pero ahí no iba a terminar en tema del psicosocial… cuando nos montamos en el coche y vamos camino de casa… mi hijo el mediano empieza a lloriquear…”. ¡¡No me lo puedo creer!!, pero si estaban bien…” ¿qué pasa cariño?” …”que le he dicho al señor que quería vivir con papá”…”¿y eso es malo?”… (no os voy a mentir diciendo que no me chocó, cuando muchas veces no quiere ir con su padre) “es que papá nos dijo que, le teníamos que decir al señor que nos iba a hacer las preguntas, que queríamos estar con él, porque sino no nos iban a dejar verle más y papá se iba a enfadar”…”No pasa nada, pero esas cosas hay que contárselas a mamá, y ella te lo hubiera explicado”… (no sabía ya ni qué decirle al niño) “pero es que papá ha dicho que si te lo decíamos te ibas a enfadar con nosotros”… ”y el señor me ha dicho que luego iba a estar con papá como ahora estoy con mamá y con mamá como estoy con papá…” ¡Casi me estalla la vena del cuello! ¿Soy un monstruo? ¿Mis hijos no me cuentan las cosas porque su padre le dice que me voy a enfadar? ¿Qué se supone que les iba a hacer a los niños para que su padre les haya infundado ese “miedo”? ¿¿Y este señor quien es para decirle a mi hijo el tiempo que va a pasar con cada uno??, pensaba que era psicólogo, no juez… El pequeño corrobora lo que dice el mediano (aunque el de 5 años dice que él ha dicho que quiere vivir con mamá), la mayor se limita a volver a decir que ella ha dicho que quería compartida. Y yo a estas alturas ya no entiendo nada.

¡¡Socorro, socorro!! Vaya mañana y parte de la tarde… y ahora lo mejor. El niño, con toda su inocencia me dice que si no puede escribirle una carta a “ese señor” y decirle que no quiere vivir con papá que quiere estar como hasta ahora. ¿Que hago en una situación así? Ojalá muchas veces tuviéramos un libro donde poder consultar los tropiezos que se nos presentan cuando somos padres; ¡creo que lo consultaría muy a menudo! Le digo que sí, que no se preocupe, que escriba la carta que quiera y que mamá, cuando vuelva a ir a ese sitio, se la da. El niño escribe la carta, que no tiene desperdicio claro, y ya se queda tranquilo.

Pero a eso de las 8 de la tarde a mí me empieza a pasar factura todo lo que está pasando en ese día así que llamo a mi abogado y le informo de todo. Al final te das cuenta de que eres un número de expediente más, no me lo dijo así, directamente, pero lo entiendo a la perfección. Así que ahora estamos a la espera de que este señor pase el informe y tengamos ya el dichoso juicio, que para más “narices” se retrasa porque no llega el informe a tiempo.

Después de pasar por ese día, que no se lo deseo a nadie, encima tengo que seguir mirando a mi exmarido como si no pasase nada, para que los niños no se sientan coaccionados. Porque claro, aquí hay que tener mucho cuidado, ya que con un “personaje” como el que me tocó a mí, que considera que “aquí venís muchas con ese mismo rollo…” ya me espero cualquier cosa. Parece mentira que, a estas alturas, y después de todo lo que he vivido en tantos años, tenga que oír un comentario así de un trabajador judicial del que depende en forma parcial, el futuro de mis hijos…uffff.

¿¿Pero sabéis una cosa?? Cada vez tengo más claro que VIVIMOS EN UN MUNDO AL REVÉS, EN DONDE EL BUENO TIENE QUE IR A LA PSICÓLOGA PARA APRENDER A SOBRELLEVAR LO QUE HACE EL MALO.

Solo deseo añadir una pequeña nota:

Maltrato económico: actos u omisiones destinadas a controlar el aspecto económico de la vida de la víctima, restringir o prohibir decisiones sobre patrimonio o dinero, controlar sus bienes, impedir el acceso a la información o el manejo del dinero o de otros bienes económicos.